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Historias en 3 minutos

La educación es el único camino para salvar el planeta.

Por: Erika Llamosa

Para acercarse al verdadero equilibrio, debemos hablar de lo negativo. De lo contradictorio que se anida en las estructuras de nuestras sociedades y en nuestra singularidad. Es imperativo reconocer dichos factores negativos como parte natural y casi fundamental de nuestro entorno y de la existencia en si misma. La habilidad está, en no abordar desde la critica o la inconformidad dichos factores, sino desde la reflexión.

La reflexión es un pensamiento analítico que nos conduce hacia una acción, por lo general nos enruta hacia el cambio, hacia la resolución, hacia la consciencia, por tanto, reflexionar es uno de los ejercicios más poderosos, más útiles y productivos, más humanos y probablemente el de más aporte.

Estamos en un punto, en donde evadir conversaciones o discursos esenciales nos priva de la evolución, nos deja de generación en generación inmóviles y vertidos en cánones, métodos y tradiciones obsoletas e iletradas.

Entonces, partiendo desde la reflexión hablemos de “educación”.

Podemos dividir en dos el abordaje, uno, desde el ámbito de la educación que surge de forma autodidacta desde la inquietud y la consciencia y dos, de aquella educación que se recibe y se recoge desde la institución.

Las nuevas generaciones, de alguna manera se han sacudido de los prejuicios con los que crecieron otras, se ha apartado de métodos primitivos, entiendo que muchos de ellos no están diseñados para la conservación sino dirigidos hacia la extinción. Las nuevas generaciones han evolucionado, entendiendo que la educación no es solo sumar y restar dentro de un aula, no es solo una cuestión de modales; básicamente, la educación es el único camino para salvar el planeta y por consiguiente salvarnos como especie.

Conforme a esta conclusión, Pangea Lab se vinculó a la iniciativa creada por la WWF: “Generación 10”. Un proyecto que invita a la población joven de Latinoamérica a unirse para encontrar soluciones que conduzcan a la preservación de la vida y del planeta que habitamos. Por suerte, hoy encontramos qué, un gran porcentaje de la juventud, está interesada en aprender sobre consciencia y protección ambiental, en formar parte activa de comunidades en las que se co-crean planteamientos y acciones fundamentales para la resolución de crisis de diversos orígenes.

Y es maravilloso descubrir como estas nuevas generaciones se movilizan buscando impactar positivamente a través de la educación que deja la investigación, la comprensión, la acción y el testimonio. Este es el tipo de educación, que surge con mayor incidencia desde una manifestación autómata, desde la inquietud, desde la consciencia individual que despierta tras la observación de un hecho colectivo, de una crisis global. La institución en general, aún no ofrece programas fijos de sostenibilidad, quizá ofrece algunos temporales o lúdicos.

Los jóvenes se hacen escuchar, y tienen claro que no que no se haga y se ejecute dentro de los próximos 10 años con en fin de asegurar la conservación de nuestro planeta, con el fin de detener la perdida de la biodiversidad y el deterioro de la naturaleza, nos conducirá a una inevitable extinción.

La toma de decisiones, el consumo de información responsable, la gestión de proyectos puntuales de re-educación sobre hábitos de consumo insostenibles, harán sin duda alguna, la diferencia. Es la única forma de anticiparnos y tomar acciones frente al cambio climático y los factores que contribuyen a definirlo como la amenaza más peligrosa y real que afronta el planeta.

Ahora, hablemos de institución. Sabemos que el fin de esos organismos es la formación complementaria del individuo; complementaria por que en principio la formación proviene del hogar. Allí, en esos espacios académicos, en teoría, se espesan los valores, se pulen e identifican las habilidades y se dispone al individuo para la competencia.

Cada uno de nosotros, puede relatar con exactitud las asignaturas que recibió o recibe, ya que históricamente y generalmente, los cambios o adiciones son pocas.

Los focos, los objetivos siguen siendo los mismos, a pesar de la transformación inminente del mundo, del planeta, de las necesidades y las dinámicas.

Sabemos que lo que se enseña en aulas es elemental y una excelente base, pero, ¿qué de todo ello, nos sirve sustancialmente para el futuro? ¿para las emergencias y dificultades a las que de forma inevitable estaremos expuestos? ¿Cuáles de esas lecciones nos convierten en mejores seres humanos? ¿Qué de todo ello nos concientiza frente a la vida y la vulnerabilidad de la misma? ¿Qué de todo aquello nos invita a empatizarnos con los demás y con la sociedad de forma profunda?

Nos entrenan como individuos que deben alcanzar un éxito monetario a futuro, concebimos la educación como una herramienta para “salir adelante” desde el punto de vista económico. Es decir, desde muy temprana edad empezamos a definir el éxito a través de la adquisición. Nos conducen hacia una base mecánica académica, más no intelectual, mucho menos sensible. Nos diseñan, a pesar de coexistir en comunidad, a un tipo de desarrollo individual.

Pareciese, va por cuenta de nosotros y por una decisión muy íntima convertirnos en seres compasivos, en seres al servicio de los demás. Se hace poco énfasis en la exploración de recursos, que conducen al individuo a una formación verdaderamente integral.

Por tanto, la búsqueda sería según esta reflexión, ¿cómo complementar esas bases y convertir lo fundamental en trascendental?

¿Cómo integramos en los programas académicos una asignatura destinada para aprender sobre primeros auxilios y herramientas de supervivencia?

¿Cómo incluir alguna materia que nos invite y nos estructure hacia el emprendimiento partiendo de nuestros talentos?

¿Cómo enrutar al estudiante hacia la innovación? Innovación que se pudiese abordarse y comprenderse desde múltiples aspectos, como por ejemplo, desde: la tecnología, la sostenibilidad, desde el arte, las ciencias, la comunicación, etc.

¿Cómo podemos educar la capacidad creativa, afinar el desempeño artístico, ampliar la inquietud sobre el planteamiento de nuevas ideas, cómo aprovechar al máximo esa destreza y disposición al aprendizaje tan implícita en edades tempranas?

¿Cómo podemos generar una verdadera confianza en el individuo para lanzarse a la invención, a la elaboración de sueños tangibles? Hacia la materialización, hacia el reto?

¿Cómo podemos, también, sensibilizar consciente y coherentemente sobre la vulnerabilidad humana?

¿Cómo podemos dejar de fortalecer y de entrenar al individuo para elaborar esos discursos egocéntricos de si mismo, tan propios de una sociedad malsana a nivel competitivo?

¿Cómo podemos desestructurar el individualismo?

¿Como podemos enseñar, más allá del típico trabajo social, a: si somos beneficiados por el privilegio, activarnos con consciencia y bondad hacia los que no corrieron con la misma suerte?

¿Cómo podemos modificar la connotación de la acción:“competencia” por una mecánica más sana y humilde de exposición y desarrollo de talentos?

Y, no podemos dejar el bullying ausente en esta reflexión. El matoneo o el abuso sistemático es una conducta que puede tener origen desde dos vértices o escenarios. Uno de ellos, puede ser el niño que proviene de un hogar tóxico/violento que, anida tristeza, ira e impotencia, aprende y descarga sobre sus compañeros todos estos sentimientos no resueltos provenientes de diversas situaciones experimentadas en casa. O, puede ser el niño que han sublimado en su hogar, no se le han puesto limites, se le han subestimado, ignorado o premiado todo tipo de conductas, y dada esta condescendencia se siente con la licencia de intimidar a sus compañeros sin temer a ninguna consecuencia.

¿Cómo podemos entender, profundizar e identificar esta problemática con más acierto, perspicacia y responsabilidad?

Probablemente como padres o como individuos que fuimos parte del sistema y hoy testigos, nos asaltan muchas inquietudes sobre la estructura de la educación en si misma, nos preguntamos el por qué no se ha evolucionado mucho en términos de método, y aún estamos rebotando contra las 4 esquinas de antiguas estructuras de aprendizaje.

Hoy en día, sabemos que necesitamos complementar esos regímenes, necesitamos más antropología, más lecciones de sostenibilidad, más innovación, más ángulos de desarrollo individual y colectivo, más criterios de evaluación, más ramas para destacarse, necesitamos desarrollar más empatía y respeto por la diversidad y por el planeta, restarle atención a los protocolos y concentrarnos en la verdadera formación. Englobar y contener en la enseñanza, conceptos como: intelectualidad. No limitarnos a solo agudizar la inteligencia. Ampliar en la enseñanza los conceptos: bondad, compasión, humildad y agradecimiento. Y sobre todo, profundizar en el concepto y en el don que tenemos como seres humanos: La consciencia. De ella se derivan todos los efectos y acciones positivas que pueda desarrollar y aportar el ser humano.

La 1er. plataforma digital en latinoamérica que conecta a los jóvenes y les ofrece recursos para participar en el mejoramiento de su entorno natural.